Se trata del canto de un poema sobre el juicio final, el Judicii Signum, que reproducía las profecías de la Sibila de Eritrea. San Agustín reprodujo los versos de esta profecía en su obra De Civitate Dei. El texto latino fue incluido en un sermón titulado Contra iudaeos, del obispo Quodvultdeus de Cartago, que se leía en los maitines de Navidad, y mientras tanto se representaba la procesión de los profetas a la que eran convocados profetas del Antiguo Testamento y personajes como Virgilio, Nabucodonosor y la Sibila de Eritrea.
La Sibila pronunciaba un largo oráculo encabezado por las palabras Judicii Signum, donde profetizaba la venida de Jesucristo como juez y describía los terribles sucesos de la llegada del fin del mundo. La descripción podía ser larga, con la procesión, o corta, solamente con el canto de la Sibila, que podía ser cantada en latín o en catalán, por los presbíteros o por un niño.
Después del Concilio de Trento, la reforma del culto supuso la desaparición de la mayoría de representaciones y dramas no puramente religiosos que se celebraban en toda Europa. En 1572, se dejó de cantar la Sibila en la Catedral, pero se retomó en 1575, cuando el obispo Joan Vic i Manrique la permitió fuera de la liturgia. De esta manera, se eliminaron la mayor parte de los complementos teatrales y el canto quedó configurado prácticamente como lo conocemos hoy. Pero la Sibila se siguió celebrando los siglos siguientes, hasta convertirse en la tradición navideña más antigua y singular de Mallorca.
En 1967, con la reforma del Concilio Vaticano II, el canto de la Sibila volvió a su lugar natural, la liturgia de la Nochebuena.
La Sibil·la hoy
Antiguamente, el canto de la Sibila era interpretado por presbíteros, que con el paso de los siglos fueron sustituidos por un niño cantor. Actualmente, en la mayoría de iglesias de Mallorca sigue siendo un niño el que canta, si bien en algunos casos lo hace una niña o una mujer.
El niño cantor sale hasta el presbiterio o el púlpito acompañado por dos o más monaguillos con cirios. Entona las estrofas sin acompañamiento instrumental -sólo, entre estrofa y estrofa, se introduce el órgano-. Suele ir vestido con una túnica blanca o de color, a veces bordada en el cuello y en la parte inferior, y una capa; en algunos pueblos, la capa se sustituye por otra túnica. La cabeza se cubre con un gorro del mismo color que el vestido.
En las manos, el niño lleva una espada que mantiene recta delante de la cara mientras dura el canto; cuando acaba, con la espada forma una cruz en el aire. En algunas celebraciones, cuando acaba el canto, con la espada se corta un bizcocho que cuelga del tornavoz del púlpito. Antiguament se cortaban las neules que suelen decorar las iglesias por Navidad.